by Julio Echeverria, The Diagonales Supervisor, Ecuador
Después de las elecciones del pasado 7 de febrero, Ecuador ha vivido una semana de fuerte emocionalidad política. Los resultados confirmaron al favorito para el primer lugar: Andrés Arauz, ahijado político del ex presidente Rafael Correa. La sorpresa la dio el candidato por el movimiento indígena Pachakutik, Yaku Pérez, que apareció en el conteo rápido de la misma noche del 7 de febrero en el segundo lugar, arrebatando el sitial que los sondeos de opinión asignaban a Guillermo Lasso, representante de la alianza de derecha CREO-PSC.
La escasa diferencia, de apenas unas centésimas, se fue desvaneciendo con el pasar de los días, para dejar paso a una incertidumbre que se resolverá en no menos de una semana más, gracias a un acuerdo entre los candidatos y el Consejo Nacional Electoral, que consensuaron la revisión de los resultados en las mesas electorales que presentan inconsistencias.
El surgimiento del movimiento Pachakútik
Más allá del desenlace, lo que revela este resultado es la emergencia de un nuevo protagonismo político, el del movimiento Pachakútik que termina modificando las tradicionales coordenadas políticas. Lo que aparecía como una confrontación entre la izquierda y la derecha, está siendo sustituido por un nuevo campo para las definiciones políticas que es el enfrentamiento dentro de las mismas fuerzas de izquierda.
Por un lado, la que ahora ya se podría llamar como izquierda tradicional encarnada en los postulados del ex presidente Rafael Correa, versión ecuatoriana del bolivarianismo inaugurado por Chávez y continuado por Maduro en Venezuela. Y esta nueva expresión que se proyecta como un actor relevante de la escena política, combinando los valores ancestrales de defensa de la naturaleza frente al extractivismo, con las reivindicaciones de movimientos emergentes como el feminismo y el ecologismo global.
El debilitamiento de la derecha tradicional
El resultado electoral, más allá de cómo se resuelva el recuento de los votos, nos presenta un cuadro de debilitamiento de la derecha tradicional. La alianza PSC-CREO (Partido Social Cristiano y Movimiento Creando oportunidades) se demostró infructuosa. Desde un inicio, reveló su debilidad de fondo: una alianza electoral y no programática, unida únicamente por la necesaria presencia electoral, pero acompañada por la reticencia a fortalecer demasiado a una de sus expresiones en desmedro de la otra.
En el fondo los unía, sin que se percatasen suficientemente, una voluntad de auto boicot como tendencia: poca claridad en afirmar un programa político conjunto que signifique la propuesta de una alternativa real para salir de la profunda crisis económica y sanitaria que afecta al país. El 20% de la votación que alcanza el candidato Guillermo Lasso dista mucho del 44.41% que las dos fuerzas lograron sumar en la elección de 2017, cuando ambas se enfrentaron a Lenin Moreno. Entonces, se trató de una fragmentación que les impidió, como tendencia, vencer a la izquierda correísta representada por Alianza País. Ahora, ‘unidas’, el resultado es peor.
Por otro lado, la victoria de Andrés Arauz muestra también una caída significativa de desempeño electoral del correísmo respecto de los resultados que esta agrupación venía alcanzando en anteriores contiendas electorales. Apenas rebasa el 30%, cuando históricamente su cota superaba el 40%, alcanzando en la última elección un 39.36% de adhesión.
Dos actores emergen de manera sorprendente en la elección del 7 de febrero: Yaku Pérez que representa a Pachakútik, brazo político de la CONAIE, organización histórica del movimiento indígena, que alcanza alrededor del 20% de votación; y Javier Hervas, que logra un 16%, en representación de Izquierda Democrática, partido de centro, reedición de la tradicional socialdemocracia ecuatoriana, vigente en los años 80 y 90 del siglo pasado.
El resultado electoral muestra el crecimiento de Pachakútik, protagonista de la revuelta de octubre de 2019. Yaku se encargó de posicionar su candidatura al interior del movimiento, al desplazar a los otros líderes indígenas más cercanos al correísmo, Iza y Vargas, línea que se consolida con el resultado actual.
Igual acontece con el voto que está tras lo alcanzado por Javier Hervas: la necesidad de abandonar la retórica ‘ideológica’ por el pragmatismo de ofrecer soluciones empresariales a la problemática del empleo, en particular para los sectores medios urbanos seriamente afectados por la crisis.
La distribución del voto
Una rápida lectura de la distribución del voto es aleccionadora. Mientras Arauz se fortalece en los antiguos bastiones de la costa populista y de la derecha socialcristiana (Guayas y Manabí), Yaku consolida su representación del mundo rural de la sierra y la Amazonía, donde Pachakútik y la CONAIE son su máxima expresión.
El crecimiento sorpresivo de la presencia electoral del candidato indígena modifica el tradicional enfrentamiento entre la izquierda y la derecha, al introducir nuevos desafíos para la elección de segunda vuelta en el caso en el cual el vencedor fuera el representante de Pachakútik. Para el candidato Arauz, sería enormemente difícil enfrentar a Yaku Pérez y a su programa, que recoge las tradicionales reivindicaciones del mundo indígena y las nuevas demandas de los actores sociales emergentes.
Los ofrecimientos de subsidios y dádivas ya no serían suficientes para cautivar a un electorado que está caminando hacia nuevos referentes y soluciones vinculadas con la necesidad de combinar el crecimiento sostenible de la economía, con la defensa y profundización de los derechos y las libertades, posición que representa la línea opuesta a los postulados del correísmo de Arauz.
Los desafíos
Los desafíos que se presentan para la segunda vuelta son enormes. Para los opositores a Arauz la dificultad de evitar el posible desgaste en la disputa por el segundo lugar. Para este, la dificultad de demostrar independencia frente a Correa que se sabe todavía relevante en el escenario político del país.
Lo sucedido en las urnas y durante esta semana atípica de la disputa por el segundo lugar, ha revelado la posibilidad de acuerdos entre actores políticos, a pesar de sus diferencias ideológicas. Pero, sobre todo, deja en evidencia a un electorado protagónico, que marca la agenda política y que no se deja encasillar por el convencionalismo de la polarización entre izquierda y derecha. ¿Cómo canalizar esa votación? Ese es el verdadero problema.
Publicado en Latinoamérica.21
Julio Echeverría, Ecuadorian, professor at the Central University of Ecuador, he taught “Sociology of Complex Systems” and “Theory of Culture and Urbanism”. He was director of the “Instituto de la Ciudad”, a body responsible for research and knowledge production in the city of Quito. Among his recent publications: Ensayo sobre la política moderna (UASB, 2018), Ciudad y Arquitectura (Trashumante, 2019).
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